Estirar la memoria para contactar con las raíces de nuestro racismo

por Mugarik Gabeko Ingeniaritza

jueves 17 de octubre de 2019

por Mugarik Gabeko Ingeniaritza

jueves 17 de octubre de 2019

En la invitación a la última sesión de la Escuela de Activistas decíamos que el lenguaje construye realidad, que a través de él “se normaliza, se invisibiliza, se transmite ideología…”. Pero no nos olvidemos de que la relación es bidireccional: la realidad también construye lenguaje. Desde ese enfoque iniciamos el taller ”Por un lenguaje (feminista) no racista”. ¿Cuáles son entonces las realidades que explican nuestro racismo? ¿De dónde viene y cómo ha sido capaz de impregnar nuestra forma de comunicarnos? ¿En qué momentos de nuestra historia colectiva hunden sus raíces las estructuras que explican el racismo presente en nuestro imaginario? Volteemos nuestra mirada hacia el pasado… 

En una conexión directa con nuestra infancia, Gladys Giraldo, facilitadora del taller, nos pide que cantemos la canción del Cola-Cao. La gente que hemos crecido por las latitudes del Norte Global nos la sabemos perfecta, ante el asombro de las personas latinoamericanas que conforman el grupo. El legado del colonialismo está aquí, está en nuestros recuerdos, en el presente y se hace materia. Antes de iniciar el viaje para deconstruir el racismo que habita en nosotras, es importante establecer las conexiones de la historia con lo que ahora somos y tenemos. Por eso, vamos a seguir estirando nuestra memoria.

En nuestras calles hay señales por todas partes. En Gasteiz, el Palacio Zulueta es reflejo del patrimonio que acumuló Julián de Zulueta “el último negrero de Cuba”, uno de los mayores traficantes de personas de nuestra historia reciente. Con altos cargos tanto en instituciones cubanas como españolas, Zulueta llegó a tener un “censo” de esclavos que superaba la cifra de 2000 personas. ¿Cuántas de nosotras se han detenido a admirar la belleza aquitectónica del edificio? ¿Cuántas hemos indagado sobre el origen de ese patrimonio? El colonialismo no es ajeno a nosotras, nos explica y nos interpela a mirar de frente unos privilegios que no soltamos como sociedad. De nuevo, la invitación es estirar la memoria para encontrarnos de frente cómo lenguaje, comunicación y memoria hunden sus raíces en un racismo que si quiera comenzamos a atisbar. 

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