El activismo de hoy: sacar agua y tapar grietas

por Ingeniería Sin Fronteras

lunes 30 de enero de 2017

por Ingeniería Sin Fronteras

lunes 30 de enero de 2017

Durante los últimos años el perfil del activismo ha evolucionado desde la predominancia de un trabajo de raíz y discursivo, hacia cubrir situaciones de primera necesidad. Todo ello ha sido propiciado en gran parte por la crisis en la que el sistema neoliberal se haya inmerso. Y ha redundado en una mayor exclusión social y dificultad el acceso a servicios básicos como vivienda, agua y energía. En este escenario, combinar aquel activismo a largo plazo con este otro de emergencia social se hace más necesario que nunca.

Cartel del ciclo de conferencias sobre decrecimiento en 2010, la primera actividad organizada por el grupo de voluntariado de Córdoba de ISF Andalucía

Allá por el año 2010 organizamos en Córdoba lo que llamamos ‘Primer ciclo de conferencias sobre decrecimiento’. Una idea, esta del decrecimiento, que poco antes Carlos Taibo había empezado a abanderar. Precisamente fue la asistencia de un voluntario de ISF Andalucía a una de sus charlas, presentando su libro ‘La apuesta por el decrecimiento’, la que inspiró estas jornadas. Recuerdo que por aquel entonces accedimos también ‘La apuesta por el decrecimiento’ de Serge Latouche, uno de los autores referenciados por Taibo.

Aquellas jornadas nos acercaron a las gafas violetas, con una charla del colectivo ‘LasLas’ que coincidía en el cuestionamiento al PIB con Latouche, a la vez que visibilizaba sus carencias en el abordaje del enfoque de género y los cuidados. De ahí al ‘Verde que te quiero violeta’ de Anna Bosch, Cristina Carrasco y Elena Grau; y al ‘Tejer la vida en verde y violeta’, cuadernillo de Ecologistas en Acción que a su vez nos condujo al discurso de Yayo Herrero.

Con una amalgama de los Taibo y Lattouche, de la reivindicación verde y violeta, y de la campaña federal de ISF ‘Make L’Off’, nos sumamos a un “Decrecimiento 2.0”. Una nueva ola que utilizaba talleres y metodologías participativas para transmitirse, más allá de charlas unidireccionales. Y que huía de nombres para anunciarse desde colectivos (la propia ISF, el Enjambre sin Reina, Ecologistas en Acción y las redes de decrecimiento). Incorporábamos, además, el feminismo en dos vertientes al menos: el cuestionamiento del PIB desde la invisibilización de los trabajos tradicionalmente no remunerados y asumidos por mujeres; y la puesta en valor del cotidiano, y del poder de las relaciones, metodologías y conocimientos “micro” para transformar lo “macro”.

La situación actual: emergencias sociales

Mucho ha llovido aquel entonces en que el estado del bienestar -en nuestro lenguaje, del bientener- aún no se resentía mucho. Estaban por llegar el 15M, la PAH y Stop Deshaucios, el rescate bancario, la traidora reforma constitucional para poner la deuda delante de las personas, la ley mordaza, etc. Todo ello en un escenario de cada vez más precarización laboral y estudiantil. A la vez, asistíamos al mayor fenómeno migratorio de jóvenes del Estado español desde el franquismo.

A todo esto se sumó el fenómeno de la llamada ‘nueva política’ y los ‘nuevos municipalismos’, y los debates surgidos entorno a estos, con el anarquismo-libertarismo mas purista en el otro extremo: la descapitalización de los movimientos sociales o la idoneidad de invertir energías aceptando metodologías del sistema neoliberal.

Si analizamos la foto de hoy en día, encontramos quizás una sociedad mucho mas activa y consciente, con un perfil activista que es un complejo crisol en lo que a edad y perfil social se refiere. A la vez, la emergencia ecosocial que denunciábamos en países del sur, se fue trasladando, al menos en parte, a nuestras sociedades: poco a poco cobraban protagonismo la lucha antidesahucios, la remunicipalizaciones de agua, la pobreza energética, la renta básica, etc.

Hoy, ya inmersa de lleno en este nuevo escenario, ISF Andalucía mantiene la esencia de aquel 2010 (jornadas, charlas y talleres de sensibilización, o el propio Mercao Social la Rendija). Pero empezamos a funcionar, a su vez, en un panorama en el que se abren grietas por las quizás estemos llamadas a introducirnos: trabajar en leyes contra pobreza energética, por el establecimiento de mínimos vitales garantizados de agua, y todas las luchas mencionadas arriba. Un ejemplo de esto es la aprobación del Pacto por el Agua Pública en Córdoba, o el papel de ESF en Cataluña en la lucha contra la pobreza energética.

Estas dos maneras de luchar quedaron en su día bien retratadas en las dos ‘almas’ del 15M: la del “vamos despacio porque vamos lejos”, y la de las ILP y el “transformemos las instituciones” (sobre la que se construye Podemos).

Sacar agua vs tapar grietas

Imaginemos un barco en cuyo casco se ha abierto una brecha por la que no para de entrar agua. En ese momento podríamos decidir achicar agua con una bomba, pero quizás entraría más agua de la que podemos sacar, acabaríamos sin fuerzas y el barco se hundiría. También podríamos decidir lo opuesto: tapar la grieta. Pero para cuando lo consiguiéramos, mucha gente habría muerto ahogada en el barco. Centrar todas las fuerzas en una estrategia puede tener muchas papeletas para el fracaso. Sin embargo si unas personas sacan agua mientras otras tapan la grieta, quizás nuestro barco tenga una oportunidad.

El cambio social no es un barco hundiéndose, es algo mucho más complejo, donde caben muchas estrategias posibles. Y abordar cuantas más mejor puede desatar importantes sinergias. El reto es encontrar formas de activismo que rellenen el espectro existente entre dos extremos poco deseables: un activismo filosófico de biblioteca, que somete la realidad a concienzudas teorías; y un activismo “bombero”, que va apagando fuegos aquí y allá con mapas a corto plazo pero sin hoja de ruta. Por suerte, como decíamos arriba, constituimos (ISF y todos los agentes del cambio) un ecléctico crisol, idóneo para rellenar ese espectro.

La importancia de la hoja de ruta:

Siguiendo con la metáfora del barco, vivimos tiempos de ‘agua al cuello’, en los que cuesta pararse a pensar en la hoja de ruta, y en los que es fácil que la necesidad de achicar agua nos aparte de tapar grietas. La hoja de ruta que constituía aquel decrecimiento 2.0 queda frecuentemente en un segundo plano (con excepciones como el manifiesto última llamada).

Sin embargo, echemos una ojeada a una de las muchas fuentes de que bebe el decrecimiento: Ramón Fernández Durán y su libro inconcluso ‘La quiebra del capitalismo global: 2000-2030’. Éste nos hablaba hace años de que, por efectos sobre todo relacionados con el pico de las energías fósiles, el capitalismo acabaría quebrando. Y no dejaría paso a un nuevo sistema mas equitativo, sino que se rompería en lo que Ramón llamaba “capitalismos regionales”. Hoy, el planteamiento del Reino Unido con el “Brexit”, o el que parece promover al administración Trump en EEUU constituyen ejemplos que confirman las tesis de Fernández Durán.

También Taibo mencionaba que el decrecimiento se intentaría imponer no de manera ordenada y consciente, como el proponía, sino a través de “darwinismo social militarizado”. Es decir garantizar con estados marciales que los recursos existentes quedan a disposición de unas pocas personas privilegiadas, y proteger este estatus con fronteras infranqueables. Todo ello muy en relación con las crisis migratorias entorno a la UE, o la política fronteriza que trata de aplicar Trump en EEUU. Estados como los que se nos presentan en las películas ‘V de vendetta’ de las hermanas Whachowski, o ‘Hijos de los hombres’ de Alfonso Cuarón, para una referencia más visual.

Sin embargo, no todo es negativo. Taibo también hablaba de una “edad de oro de los movimientos sociales”, en la que el descontento social haría que las propuestas de éstos empezaran por fin a ser escuchadas en espacios cada vez menos minoritarios. Nos gusta pensar que ese momento también está llegando: la receptividad de los nuevos municipalismos (o los viejos, inducidos por éstos) a implementar enfoques como la soberanía alimentaria o el derecho humano al agua; esa ampliación del perfil activista clásico a múltiples perfiles; o la cada vez mayor normalización de términos como “antisistema”.

No sabemos si caminamos hacia un decrecimiento ordenado o hacia otro abrupto de neofascismos y microcapitalismos totalitarios que preservarán la vida sólo de unas cuantas personas privilegiadas. Pero nos toca combinar las luchas del día a día contra las emergencias sociales, con visiones estratégicas a más largo plazo conscientes de los límites de las personas y nuestro planeta. Sólo así tendremos una oportunidad.

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